EL EQUILIBRIO
La tuya era de un verde tristón, casi oxidado.
Sobre aquel armatoste de huesos de metal yo te veía
perderte hacia el trabajo con las primeras luces.
La mía era de un rojo vivo alegre
(los Reyes la trajeron un buen año de pagas).
Me dejé las rodillas, tú la voz, intentando
aprender la imposible lección del equilibrio.
Sueño que es tarde y llega tu hora de volver,
que se acerca, cansada, la bicicleta verde,
y que estoy esperando, ansioso por contar
que ya he logrado conducir la mía.
ÁNGEL MENDOZA
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