domingo, 28 de novembro de 2010

O de "O mundo está escuro: ilumina-o" (III)

Recuerdo com cierta precisión el momento en el que tuve
la certeza de que estas luces merecían un poema.
Recuerdo que el frío había entrado en nuestras vidas con el
impulso de los días previos al invierno y recuerdo también
cómo ceñías
tu cuerpo al mío para no dejarte atrapar.
En aquella plaza abarrotada, la misma que es antesala cada día
de paseos de palomas, niños y del resto, mientras el último
concierto
de las fiestas se consumía alcé la vista y hallé la belleza.
Recuerdo que al ver las luces nada pude hacer ya
o nada supe hacer.
Me dejé llevar por la palidez de las nubes blancas, de la niebla
amontoada en nuestros pechos y el río alborotado por el
viento.
Recuerdo en aquella noche de niebla espesa
la caída de dos lágrimas al ver las luces de la ciudad.

Ignacio Escuín Borao,
Habrá una vez un hombre libre
(Huacanamo)

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